La lengua de Luces de Bohemia
Es una lengua, dice Zamora, compleja, múltiple, de variadas facetas, pero en la que domina un desgarro artísticamente mantenido[6], en la que se integran el habla pulida del discreto cultivado y la desmañada y vulgar de las personas desheredadas de dinero y de espíritu.
Pero lo que más llama la atención en esta obra es la lengua de arrabal madrileño, con su regusto de sainete y popularismo: lenguaje a borde de las jergas, del habla críptica de taberna y delincuencia, que refleja muy bien un estadio socio cultural típico de esos años. Hablar en cínico y en golfo, dice Baroja refiriéndose a esa época, era signo frecuente y nada escandalizador.
En la lengua de L de b, abundan los gitanismos (voces tomadas del caló), como mangue, pirante, mulé, gachó, camelar, cañí, chanelar, parné, etc.
Las voces callejeras de la pobreza y el sufrimiento: colgar por empeñar, beber sin dejar cortina, coger a uno de pipi, bebecua, hacer la jarra, etc.
Palabrería madrileñista: tener un anuncio luminoso en casa por delatar una costumbre personal, por un casual, servidor, no preguntar a la portera, que muerde, cambiar el agua de las aceitunas, etc.
Abreviaciones del habla madrileña: delega por delegación, corres por correspondencia, comi por comisaría, propi por propina, etc.
Vulgarismos: dar morcilla, apoquinar, curda, talmente, naturaca, etc.
Cultismos del habla madrileña: inhibirse, susodicho, introducir, integrar, etc.
Voces jergales: guipar, fiambre por muerto, etc.
Léxico esotérico: camarrupa, karma, etc.
Creaciones humorísticas: yernocracia, Ministerio de la Desgobernación, etc.